El hombre es la más elevada de las criaturas;
la mujer el más sublime de los ideales.
El hombre es el cerebro, la mujer el corazón;
el cerebro fabrica la luz, el corazón el amor;
la luz fecunda, el amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón;
la mujer es invencible por las lágrimas;
la razón convence, las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos;
la mujer de todos los martirios;
el heroísmo ennoblece, el martirio sublima.
El hombre es un código; la mujer es un sagrario;
el código corrige, el evangelio perfecciona.
El hombre es un templo; la mujer es un santuario;
ante el templo nos descubrimos, ante el santuario nos arrodillamos.
El hombre piensa; la mujer sueña;
pensar es tener en el cráneo una larva,
soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano; la mujer es un lago;
el océano tiene la perla que adorna,
el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela;
la mujer el ruiseñor que canta;
volar es dominar el espacio,
cantar es conquistar el alma.
En fin; el hombre está donde termina la tierra,
la mujer donde comienza el cielo.
Autor anónimo
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