lunes, 21 de mayo de 2012

Bienvenida a Bordo

Alejandra se encontraba pensando, mientras su vista estaba fija en aquella majestuosa ave ¿qué casualidad que justo el día de su cumpleaños le llegara una invitación para el viaje que tanto había esperado? No lo puedo creer, se decía, es como si lo hubiesen planeado, y el punto es que nadie sabía que ese día era tan importante para ella.
Hizo sus maletas, quería llevarse todo, zapatos, ropa, previendo cualquier situación o evento; estaba feliz, por fin, estaba en el barco que la llevaría por el mediterráneo. No sólo era un paseo, lo veía como el inicio de algo muchísimo mayor, el simple hecho de abordar era ya empezar otra historia, justo el día que cumplía 30 años, esto no podía ser un día ni un hecho cualquiera, estaba segura de ello.
Este sentimiento o sensación, no le era tan particular, puesto que en casa tenían la misma sensación, Ale estaba entrando a otro mundo, al que ella tanto había esperado y que ahora no dejaría ir por nada, era libre, no tenía algo o alguien que la retuviera en casa, excepto su madre, pero ella la había animado siempre a volar y buscar su felicidad. Respecto a su vida sentimental… hacía dos meses que la relación con su novio se había fracturado por una negación que él había hecho respecto a una salida con su mejor amiga ¿qué de raro podía tener eso? Ambos eran muy abiertos (al menos eso decía y esa salida no significaría nada) el problema surgió cuando él lo negó categóricamente, dejándola decepcionada y dolida. Pese a que reanudaron la relación basada en la "confianza" eso quedó marcado, sobre todo por mantenerse negado; hubiese sido más fácil que lo aceptara, por lo menos eso le daría cierta tranquilidad, sobre todo porque ella sabía que no había sido más que una salida cualquiera, pero al negarlo él le dió un pretexto a la desconfianza. Dos meses desde aquella experiencia y para ella toda seriedad que pretendía tener la relación pasó a ser relativo, por lo que ahora más que nunca anhelaba realizar ese viaje. Reencontrarse consigo misma.
Era un espíritu libre el que ahora se encontraba con la brisa de aquel mar que la recibía como antesala del gran concierto que había de presenciar. Feliz, extasiada, tal euforia no le cabía en el corazón que su rostro había cambiado, nadie podía pasar a su lado sin sentirse atraído y contagiado por este halo de felicidad. `Por lo regular desde los 17 años ella había llevado consigo esta sensación, pese a situaciones adversas, las cuales enfrentaba y seguía con esa seguridad y ese amor por todos y por todo, de pronto llegaba a tener la sensación de ser como un árbol que brinda cobijo a aquél caminante que se encuentra extenuado por una larga travesía en sendero árido. Era feliz el saberse amada por si misma, su familia y sus amigos; siempre con el corazón abierto a través de una sonrisa para iniciar una charla o una amistad duradera o fugaz, de esas que llegan por coincidencias de la vida. Tan feliz había sido en esta etapa, a los dieciocho años decide vivir una experiencia que es un parte aguas en su vida, donde ve el correr de los años vividos, todo lo que había realizado y dejado de hacer, es tan fuerte este impacto que la transforma, no como sucede, ni ella misma lo percibía, sino que quienes lo hacen notar son sus amigos, algo había cambiado y decían que eso jamás se iría. Ya era parte de ella y lo que vino fue mejor aún, hasta el día en que decidió enamorarse, trágico día, lo diría meses después, sin embargo, era necesario pasar por ese sendero y ahora que se encontraba con la relación fracturada era navegar sin rumbo, pero con la certeza de encontrar un faro que le indicara el puerto de llegada, y en este caso, de inicio.
Algo en el corazón le llamaba fuertemente a conservar la calma y la confianza en que todo eso pasaría y que no era más que un tramo de aquel viaje que era su vida. Siempre había logrado todo cuanto se proponía, no de forma mágica, sino con trabajo, apoyo de personas que creyeron en ella y que la apreciaban, ella los miraba como los ángeles que Dios le había enviado. Y que, ahora, no sería la excepción.
Simplemente volaba sobre el agua, sobre esa inmensidad de agua que en algunas ocasiones al contemplarla le causaban pánico, al imaginarse un día arrastrada por una ola, le embargaba una angustia terrible, pero ahora, que se encontraba justo sobre ella la admiraba tanto y la respetaba. Una sensación de no ser más que una milésima parte de todo cuanto este mar posee y ha visto pasar. Quería que todas las personas que conocía, amaba y todas aquellas que alguna vez conoció estuviesen ahí, de alguna manera lo estaban al ella hacerlos presente.
Esta paz, felicidad no eran sólo por el viaje, la brisa, la gente, el paisaje místico; sino lo eran principalmente porque se sentía vuelta en sí, que la Alejandra que se había perdido en el laberinto huyendo de ser atacada por el minotauro ahora tuviese el valor de estar ahí, en ella y con ella.











Iosefinzani

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